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Hurgando en la historia

Hurgando en la historia

Relatos, historias, mitos, leyendas... Todo esto forma parte de quiénes somos y por qué somos lo que somos.


De cómo nace un imperio (X) "De cómo muere una República"

Publicado por Carlos A. Campuzano activado 10 Mayo 2014, 12:21pm

Etiquetas: #Lépido, #Marco Antonio, #Marco Junio Bruto, #Marco Tulio Cicerón, #Octavio, #Republica Romana, #Roma, #Segundo Triunvirato, #Julio Cesar

De cómo nace un imperio (X) "De cómo muere una República"

Marco Emilio Lépido había sido cónsul gracias a Julio Cesar, que lo dejó al mando en Roma mientras iba tras Pompeyo (Ahhhh, ¡les dije que se quedaran con ese nombre!). Ahora, siendo procónsul, el Senado le había dado la orden de someter a Marco Antonio. Lépido, que era un hombre prudente, pasó de ellos y se unió al bando del Antonio, que a pesar de su derrota en Mutina (los del vinagre), seguía dando la lata, juntando aun más gente que antes. Al ver esto, el Senado, en medio de su pataleta, declaró a ambos hombres rebeldes y hasta tiraron una estatua de Lépido que le habían puesto por el cariño que decían tenerle. Marco Tulio Cicerón (el senador, escritor, orador, etc) se frotaba las manos mientras el ejercito de Bruto y los demás asesinos de Cesar venían de camino a casa para volver a liberar a Roma (como la vez pasada les salió tan bien) del caos de la guerra civil (¿con una guerra civil?) y la tiranía de Marco Antonio y todos esos sucios cesarianos.

El foro (esta es sólo porque mola)

El foro (esta es sólo porque mola)

A Cicerón debió sorprenderle mucho cuando el joven Octavio, aquel novato fácil de controlar y manipular, decidió coger a sus chicos y acamparlos a las afueras de Roma, con la excusa de que querían tomar el sol en tierras más meridionales; justo casualmente después de rechazarle amablemente la petición que el chico hizo al Senado de amnistía para Antonio y Lépido y la proscripción de los asesinos de su padre. Vamos, que el experto senador no lo vio venir ni de lejos. Y así estaban las cosas. Octavio básicamente había tomado Roma sin encontrar oposición y se hizo elegir cónsul. Anuló, como era de esperarse, la amnistía de Bruto y los suyos y aseguró la de los otros. Al rato se reunió con Lépido y Antonio . Esta alianza se denominó el Segundo Triunvirato, que a diferencia del primero fue ratificado, ya que los tres se hicieron dictadores durante un periodo de cinco años. Lépido se quedó en Roma mientras Antonio y Octavio se piraban a luchar contra Bruto y Casio y tal. Pero antes, hicieron una lista de la peña que les caía mal y se realizó una purga en la ciudad en la que miles de personas fueron asesinadas (les caía mal mucha gente) y sus propiedades incautadas. Una de las víctimas de este baño de sangre fue el gran Marco Tulio Cicerón, con el que Marco Antonio se ensañó particularmente (recuerden las Filipicas), ya que le tenía ganas desde hace rato. Sus manos y su cabeza fueron expuestas en las rostra del foro.

La batalla de Filipos decidiría si Roma sería un Imperio o seguiría siendo una República

La batalla de Filipos decidiría si Roma sería un Imperio o seguiría siendo una República

Ambos ejércitos se encontrarían finalmente en las llanuras de Filipos, en Grecia. Todos los presentes sabían que era allí, en ese lugar, en ese momento dónde se resolvería el asunto entre los republicanos y los cesarianos. Se aclararía de una vez por todas quien los tenía más grandes, Cesar o Pompeyo (y eso que ya ambos habían palmado). Fue una batalla doble. En la primera, los triunviritos y los republicanos terminaron en un empate técnico. En la segunda, unos días más tarde, después de una cruenta batalla cuerpo a cuerpo entre las legiones más experimentadas y veteranas de toda Roma, después de 40 mil cadáveres en el campo de batalla. Casio y Bruto fueron derrotados. Huyeron a los montes cercanos, en dónde como hombres de honor romanos se suicidaron. Así terminó la Tercera Guerra Civil y de paso, la República Romana, aunque los romanos aun no lo sabían.

Una vez alcanzada la paz, los triunviritos se repartieron el mundo romano, a Lépido le tocó África, y dudo que haya abierto la boca por temor a que se la rompieran. Antonio le dejó a Octavio Roma, Hispania y las Galias en un gesto de buena voluntad (puedo imaginarme a Antonio con una sonrisita a espaldas de Cesar... digo de Octavio mientras le llama pringao disimulándolo con una tos). Antonio se quedó con oriente, Grecia y Macedonia y demás tierras exóticas con la excusa de querer descansar de tanto conflicto y tal, y ya de paso forrarse con los ingresos de las provincias más ricas de Roma. Y ya chicos, no va quedando nada... Sólo el final.

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